"-¿Dónde estoy? ¿Dónde quisiera estar? ¿Soy yo que estoy así, o es el mundo, el dolor del mundo que por un prodigio maravilloso me ha sido dado escuchar a toda hora? ¿Y si existiera el dolor del mundo? ¿Si realmente el mundo estuviera quejándose y sufriendo a toda hora? ¿Si fuera verdad la posibilidad de escuchar el dolor del mundo? Rios con cargas de hombres silenciosos. Puestas de sol. Cuerpos cansados. Hombres que desnudan sus órganos genitales en cuartos oscuros y llaman a la mujer que pasa hacia la cocina con una sartén. ¿Por qué eso… eso? … ( la palabra “eso” resuena en los oídos de Erdosain como el logaritmo de una cifra terrible, incalculable). El órgano genital se congestiona e inflama, y crece; la mujer deja su sartén en el suelo y se tiende en la cama, con una sonrisa desgarrada, mientras entreabre las crines que le ennegrecen el sexo. El hombre derrama su semen en la oscuridad ceñida y ardiente. Luego cae, desvanecido, y la mujer entra tranquilamente a la cocina para freír en su sartén unas lonjas de hígado.
Esa es la vida. ¿Pero es posible que ésa sea la vida? Y sin embargo, ésa es la vida. La vida…
¿De qué modo dar el gran salto?"
Roberto Arlt. "Los lanzallamas"