Misantropía

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Odio a los hombres. Creen que se llevan el mundo por delante con su pija. Ése nervio asqueroso que cuelga junto a unas bolas arrugadas; repletas de pelos, implorando depositar su semen en algún lado. Unos machotes que tensan el ceño para parecer aún más machotes. No es que lo hacen por propio gozo, no, sino para que los otros machotes que pelean el puesto de machote mayor se sientan inferiores. Fraternizan con idioteces, enfatizan las cosas mínimas, y se autodestruyen con alcohol, y con esto poder pegarle mejor a sus miserables mujeres. ¿Han tenido sexo con un hombre? Solo piensan en el placer ajeno, no por solidaridad eh! No! eso jamás, sino por propio ego masculino y para que los otros sepan que bien que la ponen. Te tiran en una cama, te descosen por dentro, te rompen el culo sin la menor sensibilidad y no te dan nada. Ellos creen que son una máquina, o que deberían serlo, se olvidan de vos y se preguntan “¿Le estoy dando placer? ¿Soy mejor que el anterior y el posterior? Ahora le doy fuerte y acaba. Si tan solo la tuviese más grande…. Tengo que tardar en eyacular. No tengo que eyacular.” Con todas esas cosas en la cabeza follan esos infelices. Con esas y con muchas más.
Ahora pregunto ¿Ha visto alguien alguna vez una mujer? Estoy seguro que es la especie más triste que podemos encontrar. Visten para otros, modulan para otros, no se pertenecen ni a sí mismas. Ni siquiera se tocan por las noches. Buscan un machote para que se las coja, y, el que les dé mas placer, el que sea mejor que el anterior y el posterior; el que les dé fuerte para que puedan acabar, el que la tiene más grande, el que tarda en eyacular, y mejor aún, el que no eyacula, es quién se las gana y puede pegarles tranquilamente por el resto de su vida. Son aún más paupérrimas que ellos. Con sus pezones duros, con el jugo oloroso que sale de sus vaginas. Practicarles sexo oral es adentrarse en sus húmedas tinieblas, pantanosas y putrefactas, donde, encima, se gestan machotes y damitas, para luego, formar una familia y ser aún, más macho y mas dama.
Por esto y por aquello, no seas mujer, no seas hombre, mastúrbate tu mismo, y masturba a otros desgenerados, si el placer no es tuyo, es de alguno de esos monstruos, no obstante es mejor protegerlo, y si se puede, hacerlo propio. Cogé con vos, con tus ideas y con las del otro- ¡Mastúrbate!

Los caminantes

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-¿Viste cuando el pecho aprieta?- dijo Camila con la voz resquebrajada.
Y yo, con mi cara de tonto quedé observándola ásperamente. Ella continuó - Mi vida se carcome sola desde hace un tiempo, creo que mi carne solo entiende de sufrimiento, de dolor y de sexo ¿Será que mis sentidos son sensibles a cualquier roce?-
Solo podía mirarla sin decir palabra, sentía que era yo mismo el que hablaba a través de su boca. ¿Cómo escupir el pus de sus heridas? Si de mi espíritu solo quedaban charcos de ése líquido amarillento y maloliente, infeccioso.
Camila continuó soliloquiando. Mi rostro acongojado ya no podía ni escucharla. Sí que amaba a aquella muchacha, pero, ¿Qué podía darle un infeliz como yo? Incansables veces imaginé los amoríos que ella debería tener, hombres de sonrisas rosadas u ocres, de miradas luminosas, pechos levantados, de caminar recio. Hombres que ciegos caminen por la sociedad feliz. Que disimulen sus miedos acallándolos con chascarros; que despreocupados anuncien el futuro de sus vidas, que hablen de casitas, de viajes, de arte, del sol y también de la luna. Hombres afortunados que follen con ellos mismos y que se entreguen al cóncavo placer que propone el tabú sexual que se enseña en la televisión.
-Siento que soy yo el dolor, y solo saliendo de mí, ya sea imaginando o bebiendo un poco, puedo caminar segura y no por la cornisa en la que paso mis días-
Pensaba para mis adentros lo lindo que sería abrazarla y decirle “la vida no es esto, querida, en la vida no debemos sufrir, solo hay que luchar, cantar y amar” o “estas equivocada Camila, vos tenés que ser feliz, el odio nada nos otorga”. Ni borracho podía decir esas cosas. Queriéndola como la quería no podía fingir. Yo no esperaba nada de ella. No tenía sentido alguno que yo quisiera convencerla de algo en lo que no creo. Si aunque sea llevarla a la cama fuese mi objetivo. Podría mentirle con mis pensamientos, y decirle dulzuras al oído, hablarle de niños sonrientes, de fiestas donde la pasaría bien, de otros mundos. Pero no, solamente soy yo, solo frente a ella.
Continuó Camila rasgándose la cabeza con palabras. Decía que su vida ya no tenía sorpresas, que hacía cosas que no quería, solo por el hecho de probar qué sensación nueva invadía su pecho. Casi sin movérseles los músculos del rostro, podía hablar de su propia muerte. Ni siquiera le ponía triste la ausencia de ella en el mundo. De hecho, yo esperaba que esto no resonara mucho en su cabeza, porque bastante sentido tiene la muerte si uno posa las botas en el pantano herrumbroso que dejó a su paso la triste humanidad.
Camila lo veía todo, pero su brillantez no dejaba realizar la digestión. Ella podía vomitar, aborrecer. Algo dentro de ella vivía aún. Pues vivo es el humano que se enoja cuando lo maltratan, ése es el humano valorable. Feliz el que vive, y en ello deposita sus fundamentos de alegría. Eso es fácil, cualquiera puede vivir justificando algo que no sabe cómo sucedió. Lo difícil es ser triste, y querer dejar de serlo. Y ahí estaba yo, mi pobre carne molida por mi consciencia.
Ella dijo, temblorosa su mirada, observando mis ojos;
- ¿No vas a decir nada? Yo te quiero y me importa tu opinión, me importa mucho.-
- Camila ¿Vos por qué cogés conmigo?-…

El egoísta

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Cómo explicar esto, es difícil, es como si mis ojos estuviesen hechos de humo azul.. Los bares, la cerveza y el humo, disimulan la tristeza social. ¿Pero cómo evitarla por dentro? Sinceramente no sé. Conozco la primera parte, esa me la explicaron; pero cuando uno mismo se torna más complicado que los otros, una ceguera emerge como semen infeccioso. Me duele, el problema es decirlo, repetirlo como un estúpido. Ya confundo la depresión con el egoísmo. ¿Importa tanto mi malestar? Pues no. La humanidad es eso, el sistema es querer ser otro, otro mejor, obviamente. ¿Es el sistema el que me pudrió? Creo ser un poco útil para él. Pero solo un poco, pues no soy tan importante. ¿Importar yo? No, si soy depresivo. Esa tiene que ser la excusa, para no caer en una verdadera depresión. Cuando uno acostumbra actuar, ya no reconoce el escenario. ¿Soy un simple pelotudo? tampoco sé, tal vez también me favorece el perfil de pelotudo, tanto como el de depresivo. Mmm, bien, una mezcla de ambos puede ser atractiva. Porque ser depresivo aburre, y ser pelotudo enoja.
A veces leo libros para escaparme. Pero leer libros atrae mujeres, y estar con mujeres atrae libros. Tal vez escribir un poco. Tal vez un poco de alcohol. ¿Acaso siguen siendo nuevos guiones para nuevos personajes? Vaya uno a saber. Seré esto, tal vez, o tal vez soy algo mejor, quisiera averiguarlo, pero tal vez es mejor ser un depresivo o un pelotudo. ¡O no! Tal vez soy algo peor y logré convencerme a mí mismo de que soy un depresivo pelotudo. ¿Quién será ése que no puedo ver? No puedo mostrármelo a mi mismo, y quiero mostrártelo a vos. Tal vez ya no existo.
Y vos. Ahí parada, con la vista firme y los pies tambaleantes. ¿Hay humo en tus ojos? Sí, eso me gusta. Aunque mis soplidos son los de un viejo fumador. Un momento… yo también destilo humo, no necesito mis soplidos impotentes. Actuar para qué, si mi vista es firme y mis pies bailan pogo. ¿Te hago bien? No. Soy un depresivo y no puedo, ah, no, cierto, no soy un depresivo, soy un egoísta. Y bueno, me cansé de escribir, otro guión más es como un décimo quinto round de una pelea perdida. Solo me queda bajar la guardia, a ver qué pasa, soltar el teclado, también. Si total tu belleza es como una utopía, y la utopía merece ser besada. Guau, éste sí que fui yo. Un egoísta.

Humanidad cansada

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Por sus leyes; de sus cárceles, de sus violaciones, de su machismo, de su dios, y de sus facturas de pago, nacerán mil monstruos. Y a través de ellos se propagará el germen. Tomará las mentes y corazones de cada uno de los individuos que sufren su orden social. Señores, esos monstruos no tienen nada que perder, ya les han quitado la sensibilidad con drogas, alcohol y sexo, con poesía, con crimen, con stress, y con rasgar de dientes. ¡El mundo sufre señores! Sufren en las cárceles y en los bajos mundos de pobreza, pero también sufren yendo al trabajo, también sufren su poco rango creativo, sufren su vida y la ausencia de sueños. Sufren, porque todos quieren ser otra cosa. En todas sus clases los hombres las mujeres y los niños mastican dolor, y sufren. El tiempo ha pasado, y a lo que a mi respecta, el masoquismo no co-existe con los sentimientos. Y ahí se equivocan, respetables señores, digo, perdón, se equivocaron, porque el presente es del humano nuevo. ¿Cómo decía? Disculpen, me invade la cólera a mí también, ah! Sí, se equivocaron, y se equivocaron mucho. Las cosas iban bien, el ser humano gastaba sin saber, y crecía, y otros caían, y las guerras que costaron millones, pero al final se pudo, y ahí, y que el comunismo perdió, y que la tele, y ahí estuvo el quiebre, y se olvidaron del individuo. Ustedes me dirán, “pero cómo puedes decirnos esto cuando claramente se nota el deterioro del individuo por encima de sus deseos personales”. Pues ahí está la cosa, respetables señores, el individuo se ha deteriorado, se ha ganado el cielo y el infierno, y está confundido, y no tiene dios… ¡¿Cómo se les pudo haber olvidado lo de dios?! Internamente, los humanos ya no tienen felicidad, ya nada les toca por dentro. Ya no quieren pelear entre ellos, ya no quieren ver que el comunismo perdió, ni siquiera quieren ver al comunismo de pié batallando. El ser humano quiere dejar de sufrir, y no busca nada más. ¡Por eso teman! Teman; porque ya nada los puede parar. ¿Quiénes luchan por ustedes, los respetados señores que nadie ve, que nadie conoce? Se olvidaron de que ustedes no son nadie, y ahí es cuando funcionaba lo de dios. Y ahora no hay nada, porque les dieron información, les dieron Internet, les dieron amor de mentira. Les dieron el porno, la cerveza, los moteles… ¡Les dieron oscuridad! ¿Y qué es la oscuridad, sino la conciencia del sufrimiento? Esos hombres renacerán, y me destruirán, y todo por culpa de ustedes. Hasta los imbéciles de la edad media se acordaron de la salvación divina, hasta ellos les dieron el aliento para vivir, pero no, ustedes querían más y más, y ahora lo han arruinado todo. Ustedes me mataron, no fue Marx, no fue Bakunin, fueron ustedes mismos. Me quebraron, ustedes, señores míos, quebraron al capitalismo, se olvidaron de los bares, de la cerveza, de las cárceles, se olvidaron, que los hombres necesitan alegría para sentir tristeza, pero no, también quisieron sacarles las alegrías, y tanto tiempo mascando dolor, te rompe los dientes, y se los romperán a todos los que les sigan quitando sus sonrisas. Me mataron, señores, a mí, al capitalismo, ni Marx ni Bakunin, ¡USTEDES!

Habían pasado los años

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Habían pasado los años. Sentía que nunca iba a poder escapar de esa imagen. El cabello prolijo, la piel blancuzca, la carne roída por el cigarro y el alcohol. Fue el espejo quien le ofreció ésa bofetada, ése reflejo que colgaba en el baño, el que tantas veces le había susurrado el suicidio. Valor nunca tuvo, solo padeció sin cura, como un cáncer. Habían pasado los años… Él ya no tenía motivos, era triste, cansado y ni siquiera aburrido. En ése baño estaba su mundo; en él se relajaba, se miraba, se daba un poco de placer y terminaba oliendo su propio cuerpo sucio, le gustaba. A veces recordaba las mujeres que se había tirado y se masturbaba pensando en ellas, pero él era invisible, siempre invisible.
Cuando logró escapar de sus propias tinieblas sentó lo que le quedaba de vida en el sillón, y, dispuesto a vaciar su vodka, rechinó sus nalgas en el asiento. Algo le estremeció el rostro de manera horrible, se quedó helado. La mirada de una mujer se clavaba en sus ojos, el frío metal de sus huesos temblaba como si le estuvieran por arrancar los dientes. Siempre le asustó el silencio de las mujeres, y ella no decía nada. Se sentó en su regazo y lo besó hasta desangrarle el miedo, como si mordiera una infecciosa herida y escupiera el pus fuera. Estuvo así mucho tiempo, tal vez horas o días, le costaba diferenciar el tiempo. La mujer dejó de besarlo, le desprendió la bragueta y sacó su verga, fuerte y erecta como pocas veces la había sentido, siempre clavándole la mirada cruda directo a los ojos, metió la endurecida carne entre sus labios y el movimiento acompasó el placer de la situación, el orgasmo toleró tanto, quería detenerse y nunca aparecer, pasaron unas cuantas horas, tal vez, el tiempo ya no importaba, quería morir ahí mismo, él siempre creyó que el orgasmo es mas parecido a la muerte que a la vida, la muerte no se puede evitar mientras se vive, pensaba. Se cansó de que el placer carnal sea solo suyo, pensó, y con la misma firmeza en la que ella había entrado en su casa y había abusado de su amor, recostó el cuerpo de la mujer en el piso, y empezó a besarla por debajo de la falda, justo donde nacen las piernas, la mujer gimió fuertemente y pellizcó sus propios pezones, la humedad fluía en la boca de él, y eso hacía entusiasmar su lengua al baile enamorado del gozo ajeno, y dejándose llevar por los tiernos gritos de la muchacha, apretó con fuerza sus nalgas para ocultarse en ella y no olvidarla jamás. Eyacularon, ella en la boca de él, y él en su propia desnudez.
La luz se había apagado, el vodka volcado, y nunca mas se oyeron gemidos, la mujer había desaparecido como apareció, se fue de su mente como llegó a ella, ni se vieron espejos, su piel había dejado de ser blanca, y su carne quedó dura, para siempre. Lo encontró el portero, estaba sumergido en su baño, con la piel arrugada bajo el agua tibia, solo como siempre.
Hay muchas formas de vivir ¿Por qué no morir imaginando?

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